viernes, 26 de diciembre de 2014

La Revolución rusa (1891 - 1924). La tragedia de un pueblo - Orlando Figes

Excelente y nada trabajosa lectura pese a sus novecientas páginas de abigarrada letra (además de fotografías, notas, bibliografía e índice de materias). Su grandeza estriba en que los propios hechos de la Revolución en 1917 ocupan escasamente un cuarto del libro ya que, como indica el título, su visión histórica se extiende entre los años 1891 y 1924 lo que nos ayuda a entender la catarata de acontecimientos que desencadenaron los sucesos de 1917 y su desarrollo posterior hasta la muerte de Lenin cuando 'las instituciones básicas, si es que no todas las prácticas, del régimen estalinista ya existían'.

Empieza por tanto el autor presentado la Rusia de fin de siglo XIX y, contra lo que a veces se dice, muestra cómo el régimen del zar Nicolás era un firme baluarte de la autocracia, contrario a las reformas que Rusia necesitaba para dejar atrás su secular retraso y acercarse a los regímenes más liberales de Europa occidental. Un zar sin visión, ni vocación, política rodeado por una Corte donde merodeaban personajes como Rasputín, y todo ello sustentado por una élite de nobleza y terratenientes que sojuzgaban al pueblo que seguía siendo en su inmensa mayoría campesino, contando además con los bastiones del ejército y el clero.

Todo ello acaba desembocando en San Petersburgo, capital del imperio y ciudad industrializada donde ya en 1905 hubo una primera revolución que obligó al zar a tomar medidas aperturistas... más supuestas que reales. La Primera Guerra Mundial iniciada en 1914 exacerba el sufrimiento del pueblo y cataliza la primera revolución de 1917, la de febrero, que desencadena la abdicación del zar. A partir de ahí toma protagonismo Lenin quien, como nos muestra el autor, sólo para la revolución:
'Todo formaba parte de la cultura viril (chaqueta de cuero negro, retórica militar, la creencia en la acción y el culto a la violencia) que constituía la esencia del bolchevismo' .
'Los sentimientos no tenían cabida en la vida de Lenin. «No puedo escuchar música con mucha frecuencia. Me provoca deseos de decir cosas agradables y estúpidas, y de acariciarle la cabeza a la gente. Pero ahora hay que apalearles la cabeza, apalearles sin piedad»' (p439).
'En todo lo que hizo, el último propósito de Lenin era conseguir el poder; para él no era un simple medio, sino un fin en sí mismo. Parafraseando a George Orwell, no estableció una dictadura para salvaguardar la Revolución: llevó a cabo una revolución para establecer la dictadura' (p559).

A partir de febrero de 1917 por tanto, aunque las cosas cambiaron, no satisfacían el anhelo de Lenin ya que los bolcheviques no estaban al frente del gobierno. Con ello llegamos a los acontecimientos del 25 de octubre: 'Pocos acontecimientos históricos han sido más profundamente distorsionados por el mito que los que sucedieron el 25 de octubre de 1917. La imagen popular de la insurrección bolchevique, como una lucha sangrienta llevada a cabo por decenas de miles de personas con varios millares de héroes caídos, debe más a Octubre (la película propagandista de Eisenstein, brillante aunque en buena medida ficticia, destinada a conmemora el décimo aniversario del acontecimiento) que a la realidad histórica. La Gran Revolución Socialista de Octubre, como vino a ser denominada en la mitología soviética, en realidad fue un acontecimiento a pequeña escala, que de hecho no pasó de ser un golpe militar, que resultó inadvertido para la vasta mayoría de los habitantes de Petrogrado. ... El legendario asalto contra el Palacio de Invierno, donde el gabinete Kérensky celebraba su sesión final, fue más bien un arresto domiciliario de rutina, puesto que la mayoría de las fuerzas que defendían el palacio ya se habían marchado a casa, hambrientas y cansadas, antes de que comenzara el asalto'.(p538).


Por tanto lo acontecido se asemeja más a un golpe de estado que a una revolución popular. No obstante la oposición mantenía un resquicio de esperanza en la próxima constitución por votación de la Asamblea Constituyente, depositaria de la soberanía popular. Las elecciones de noviembre de 1917 'supusieron un golpe considerable para la pretensión del Gobierno de que gobernaba en nombre del pueblo. Los bolcheviques obtuvieron sólo diez millones de votos (el 24 por ciento del total)' (p563).

En cierta medida los acontecimientos se precipitaron aún más: con la Cheka constituida en diciembre, los bolcheviques sólo permitieron una sesión de la Asamblea Constituyente, el 5 de enero de 2015. Al día siguiente se impidió a los diputados la entrada y por un decreto la Asamblea fue disuelta.

A lo largo del libro numerosos pasajes de Gorki constituyen una luminaria en la oscuridad, por ejemplo éste del 26 de enero: 'Estamos viviendo aquí como cautivos de los bolcheviques, como los franceses denominan a los esbirros de Lenin. ¡La vida no es muy divertida! Y es tremendamente molesta, pero ¿qué podemos decir los que formamos parte del pueblo? No hay nada que podamos hacer. "El que sobreviva se salvará". Sobrevivimos a la autocracia de los Romanov; quizá sobreviviremos a la de Ul'ianov' (p574).

A partir de ahí se desencadena el llamado 'saqueo de los saqueadores' bajo el sustento de los bolcheviques de acabar con los privilegiados: 'los pobres obtenían placer al ver a los ricos y a los poderos destruidos, a pesar de que esto no mejorara su propia suerte' (p578). Se desató una 'orgía de robos y violencia' donde mucha parte del pueblo vengó su opresión anterior, tanto proletarios como campesinos secularmente sojuzgados por la nobleza terrateniente. Parte del gobierno no bolchevique protestaba a comienzos de 1918: 'Steinberg, el comisario de Justicia, miembro de los eseritas de izquierda, fue otro de los primeros críticos del Terror... Cuando vio el decreto con la orden de fusilar "sobre el terreno" a todos los "especuladores, gamberros y contrarrevolucionarios" acudió inmediatamente a Lenin y protestó: "Entonces, ¿por qué nos molestamos en tener una Comisión de justicia? ¡Llamémosla francamente Comisaría para el Exterminio Social, y que actúe de esa manera¡". El rostro de Lenin se iluminó y le contestó: «Bien dicho. Así es exactamente como debería ser; pero no podemos decirlo»' (p593).

No obstante el nuevo régimen se encontraba con unas circunstancias terribles que agravaron las dificultades: el país seguía embarcado en la Guerra Mundial, hasta firmar un tratado de paz con los alemanes, y comenzaba la guerra civil contra los blancos. Un hecho, curioso y significativo, sobre la firma del tratado de paz de Brest-Litovssk con los alemanes: camino de la estación de tren que les desplazaría a dicha localidad la delegación soviética cayó en la cuenta de que no llevaba ningún representante del campesinado; hallaron un anciano con pinta de campesino y, a cambio de una remuneración, le convencieron para que los acompañara. De esta forma, 'Roman Stashkov, un simple aldeano, fue debidamente inscrito en los anales de la historia como el 'representante plenipotenciario del campesinado ruso' (p798).

En los siguientes años la situación se deterioró rápidamente, al punto de que en 1920 la ciudad de Petrogrado había pasado de dos millones a quinientas mil personas: 'Un trabajador consumía menos de dos mil calorías al día, menos de la mitad del consumo recomendado... En 1918 el valor real del salario de un trabajador medio era un 24 por ciento de su valor en 1913; y a finales de 1919 su valor era tan bajo como el 2 por ciento. El trabajador medio estaba gastando tres cuartas partes de sus ingresos en comida, en contraposición a menos de la mitad en 1913'.(p663). El malestar se extendía entre los trabajadores: 'El régimen soviético, tras establecerse en nuestro nombre, se ha convertido en algo ajeno a nosotros. Prometió traer el socialismo a los trabajadores, pero les ha proporcionado fábricas vacías y despido' (p684).

No deja de ser una paradoja cómo la gente conseguía sobrevivir: por medio de lo que los bolcheviques querían abolir, el mercado; concretamente el mercado negro. En cualquier caso, para evitar las protestas se quitó el control de las fábricas a los comités de obreros y se centralizó en el partido, controlando también los sindicatos para que fuesen una mera correa de transmisión de la política decidida por el partido. La burocratización y monopolización del poder dieron lugar a una corrupción endémica. 'Los bolcheviques practicaron un amplio fraude electoral e intimidaron a la oposición; las votaciones en los congresos de los sóviets y en los sindicatos casi siempre se realizaban a mano alzada, así el voto contra los bolcheviques significaba también una invitación para ser acosado por la Cheka, siempre presente en las elecciones' (p746). Y eso que los otros partidos izquierdistas, como mencheviques y eseritas habrían sido prohibidos. Otra cita impresionante: 'Lenin no llegó a comprender la naturaleza del problema burocrático de su propio partido. No pudo ver que la burocracia bolchevique se estaba convirtiendo rápidamente en una casta social distinta, con sus propios intereses privilegiados distintos de los de las masas trabajadoras a las que pretendían representar' (p755). '¿Cómo vivo? No se trata de un cuento agradable -escribió Gorki a Ekaterina en febrero de 1919-. Sólo los comisarios viven una vida agradable durante estos días. Roban todo lo que pueden de la gente corriente para pagar sus prostitutas y sus lujos nada socialistas' (p756).

Con su 'comunismo de cuartel', la militarización de las fabricas, los bolcheviques mostraban el miedo que sentían hacia la clase obrera como una fuerza independiente y cada vez más rebelde. 'Trotsky sostenía que la capacidad del socialismo para reclutar la mano de obra forzada era su principal ventaja sobre el capitalismo. ... Donde la libertad laboral conducía a las huelgas y al caos, el control estatal del mercado de trabajo crearía disciplina y orden. ... El régimen soviético tenía mucho en común con la visión de la nobleza rusa durante la época de la servidumbre' (p786). 'Contemplaron los derechos sindicales como una molestia... Puesto que éste era un Estado obrero no existía ya ninguna necesidad de que los obreros tuvieran sus propias organizaciones independientes' (p788).

La instauración del Terror era sustentada por los dirigentes, por ejemplo Trotsky: "Tenemos que acabar de una vez por todas con esa charla papista-cuáquera acerca de la santidad de la vida humana" (p701). 'Uno de los aspectos más espantosos del Terror fue su naturaleza aleatoria. Una llamada en la puerta a medianoche podía sucederle a casi cualquier persona' (p701). 'El principio instaurado por Lenin (de que era mejor arrestar a un centenar de inocentes que correr el riesgo de dejar en libertad a un enemigo del régimen) aseguró que los arrestos globales e indiscriminados se convirtieran en parte general del sistema' (p703). 'Bajo el régimen de Lenin, y no de Stalin, la Cheka se iba a convertir en un inmenso estado policial' (p709).

Subyace a todo ello una 'verdad general: la finalidad última del sistema comunista era la transformación de la naturaleza humana' (p797), es decir, la aspiración de crear un hombre nuevo. En base a eso se utilizaba la propaganda, se intervenía en la cultura... y en la educación: 'Los niños, como la cera blanda, son muy maleables y deberían ser moldeados para convertirse en buenos comunistas. Tenemos que rescatar a los niños de la dañina influencia de la vida familiar... Obligar a la madre a entregar a su hijo al Estado soviético: ésa es nuestra tarea' (p808).

Por otra parte, aunque los bolcheviques estaban perdiendo el favor popular sus adversarios en la guerra civil no supieron ganárselo, fundamentalmente por no definirse adecuadamente respecto a la cuestión agraria, lo que hacía a las masas campesinas desconfiar de ellos en tanto que muchas tierra de la nobleza terrateniente habían sido incautadas y pasado a sus manos, lo cual podría revertirse con el triunfo de los blancos. En un giro curioso, y aprovechando la guerra contra Polonia, los bolcheviques  recurrieron a la propaganda patriótica, una especie de nacionalbolchevismo que aglutinó a muchos desencantados, incluyendo Gorki.

En 1921 la situación estaba degenerando por una serie de revueltas campesinas (hartos de las requisas, de la imposición de un poder ajeno a sus aldeas, etc.) y también las huelgas obreras anegaba Rusia. En Moscú y Petrogrado los obreros exigían el final de las raciones privilegiadas de los comunistas, la restauración de la libertad de de comercio y de movimientos y reelecciones libre a los sóviets y la convocatoria de la Asamblea Constituyente. El malestar se extendió a la base naval de Kronstadt, un bastión de la revolución en 1917. Su manifiesto del 8 de marzo de 1921 es significativo: 'Al llevar a cabo la Revolución de Octubre la clase trabajadora tenía la esperanza de conseguir su emancipación. Pero el resultado ha sido un esclavizamiento incluso mayor de los seres humanos. El poder de la monarquía, con su policía y su gendarmería, ha pasado a mano de los usurpadores comunistas, que han entregado al pueblo no la libertad sino el miedo constante a la tortura de la Cheka, cuyos horrores exceden con mucho el gobierno de la gendarmería bajo el zarismo... La Rusia de los trabajadores, la primera que alzó la bandera roja de la liberación, está anegada en sangre' (p830). La rebelión de Kronstadt fue sofocada militarmente, lo que 'tuvo un efecto demoledor sobre los socialistas de todo el mundo. No podía haber una prueba más concluyente de que los bolcheviques se habían convertido en tiranos'  (p835). El terror militar y el poder despiadado suprimieron también las revueltas campesinas. A su vez los últimos rivales políticos, mencheviques y eseritas, fueron suprimidos pretendiendo que habían organizado las huelgas, aumentando también la represión en el interior del partido proscribiendo las facciones: 'A partir de entonces, el Comité Central iba a gobernar el partido siguiendo la misma línea dictatorial con que el partido gobernaba el país; nadie podría cuestionar sus decisiones sin exponerse a la acusación de faccionalismo. El ascenso de Stalin al poder fue producto de la proscripción' (p832).

No obstante el régimen tuvo que recurrir a la que se consideró originalmente una retirada temporal: la Nueva Política Económica (NPE); una concesión temporal al mercado con la finalidad de que el país se pusiera en pie. No puedo dejar de incluir aquí una cita demoledora del maravilloso libro Memorias de un revolucionario' de Victor Serge: 'La Nueva Política Económica, en algunos meses, daba resultados maravillosos. La atenuación del hambre y de la especulación se hacían sentir semana a semana. Volvían a abrirse restaurantes, se vendían, cosa inaudita, pasteles comibles a un rublo. La población empezaba a respirar, la gente hablaba con frecuencia del retorno al capitalismo, es decir a la pros­peridad. El desconcierto en la filas del partido era en cambio desolador. ¿Para qué habríamos luchado, vertido tanta sangre, consentido en tanto sacrificio? Los combatientes de la guerra civil se lo preguntaban con amargura. Carecían de todo casi siempre: de ropa, de un alojamiento aceptable, de dinero, y todo volvía a conver­tirse en valor mercantil, se sentía que el dinero vencido volvería pronto a ser soberano. Por mi parte, yo no era tan pesimista, estaba contento del cambio, aunque su aspecto reaccionario –el estrangulamiento categórico de toda democracia– me inquietaba y aun me angustiaba'.

'Nadie conoce el coste humano total de la Revolución. Según cualquier cálculo, fue catastrófico. Contando sólo las muertes de la guerra civil, el terror, el hambre y la enfermedad, debió de situarse en torno a los diez millones de personas. Pero esto excluye la emigración (unos dos millones) y los efectos demográficos de una tasa de natalidad enormemente reducida. También excluye la reducida esperanza de vida de aquellos que sobrevivieron, debido a la malnutrición y la enfermedad. Los niños que nacieron y se criaron en estos años fueron considerablemente más pequeños que las generaciones anteriores' (p841). En 1922 se estimaba que siete millones de huérfanos vagabundeaban por las calles de todas las ciudades, entregados al pillaje, droga, prostitución,...

Unos cinco millones de esas vidas se deben a la hambruna de 1921-1922; una cuarta parte del campesinado soviético estaba muriendose de hambre. Las causas, a parte de las malas cosechas por condiciones climatológicas adversas, estaba en la intervención humana: las requisas de la guerra civil hizo que se retrajera la producción; a pesar de eso los bolcheviques continuaron llevándose no sólo los excedentes sino las cantidades almacenadas y simiente. Eso condujo a la ruina. Se sucedieron miles de casos de canibalismo. Finalmente, y tardíamente, se dejó a la gente organizarse: significativamente, Gorki creó un organismo voluntario de asistencia contra el hambre; cuando se aseguraron la ayuda americana Lenin ordenó clausurar el organismo, sus miembros fueron arrestados por la Cheka y enviados al exilio al extranjero o a zonas restringidas en el interior.

El hartazgo acumulado llevó a Gorky a emigrar de Rusia... aunque en 1932 volvió a establecerse en Rusia e, igual que había hecho durante unos años con Lenin, dio su apoyo a Stalin intentado frenar sus excesos. Cuando se dio cuenta de su cada vez mayor oposición era tarde: era un cautivo del régimen. Aunque tras su fallecimiento fue enterrado con plenos honores soviéticos no puede descartarse en absoluto que tras su muerte se encontrase la mano de Stalin.

Finaliza el libro con la agonía de Lenin y su preocupación final por la sucesión. Para cuando se dio cuenta del poder de Stalin en el partido era tarde: aunque intentó promover una dirección colectiva del partido e incluso la destitución de Stalin no pudo llevarlo acabo. Éste controlaba su equipo médico y le espiaba; las notas de Lenin sobre la sucesión y la destitución de Stalin permanecieron ocultas hasta 1956. Enseguida Stalin se encargó de deshacerse de su principal rival, Trotsky, acusándolo de faccionalismo; se apoyó para ello en Kamenev y Zinoviev... quienes a su vez sucumbieron en las purgas de los años 30. No obstante, no hay motivo para hacer una disociación profunda entre Lenin y Stalin: 'Los elementos básicos del régimen estalinista (el estado unipartidista, el sistema de terror y el culto a la personalidad) existían en 1924' (p877), aunque con Lenin había aún algún resquicio para las discusiones entre camaradas, no así con Stalin.

Título: La Revolución rusa (1891 - 1924). La tragedia de un pueblo
Autor: Orlando Figes 
Editorial: Edhasa http://www.edhasa.es/libros/libro.php?id=2086&l=La+revoluci%C3%B3n+rusa+1891-1924.+%28r%C3%BAstica%29&t=Ensayo+hist%C3%B3rico&a=Figes%2C+Orlando&e=Edhasa&c=&idt=96
Género: Historia
Lectura finalizada en diciembre 2014
Valoración: Muy buena

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